lunes, 22 de septiembre de 2008

Euforia del arte en Madrid.

La semana pasada resultó muy paradójica. Los titulares de los diarios y los informativos tomados por la noticia de la quiebra de los gigantes de la banca americana y el desplome de Wall Street y Madrid presa de un entusiasmo por el arte en el que se mezclaban la excitación residual de la multitudinaria Noche blanca del sábado 13, el impacto de las noticias de Damian Hirst destrozando record históricos en la subasta del lunes y el martes en Sotheby´s de Londres y el propio inicio de la temporada artística, desde siempre muy animado. Ademas, habia algo en esa euforia que tenia que ver con una actitud muy antigua y extendida ante la amenaza de guerra y de catástrofes inminentes: si el mundo se viene abajo, juntémonos, hablemos, riamos, tomemos unos vinos y démonos aliento entre todos. Y el arte fue y sigue siendo, afortunadamente, un buen motivo e inclusive un digno pretexto para juntarse, hablar, tomar unas copas e imaginar qué las cosas no están tan mal como parece. O como nos las pintan. Que el pánico que ha hecho presa de los tiburones de las finanzas que tan a gusto se sentian en Wall Street cuando todos los índices de sus inauditas riquezas estaban disparados no es el mismo que el del ciudadano de pie. Y ni siquiera el de los aficionados y los coleccionistas de arte, por lo que alcancé a escuchar en las inauguraciones, en la cena y en la performance a las que asisti a lo largo de estos días.

Las exposiciones muchas, obviamente, y seguramente otro dia hablaré de las que más me interesaron. Hoy voy a hablar de dos muy contrastadas entre sì. La primera la de Gabriel Basílico en la galería Oliva Arauna y, la segunda, la de José Manuel Ballester en la galería Distrito 4. Exposiciones paralelas, hasta cierto punto, porque ambos artistas, el italiano y el español, han hecho la parte decisiva de su obra utilizando la fotografia. Y ambos han puesto el énfasis en la fotografia de arquitecturas y ciuades. Sólo que mientras en esta nueva muestra en Oliva Arauna, Basilico insiste en esos temas, con nuevas modalidades y matices, Ballester da un brusco golpe de timón y nos enseña un conjunto de fotografías de obras maestras de la pintura, guardadas por el museo del Prado, en las que ha suprimido a las figuras humanas quedándose sólo con las arquitecturas, los fondos y los paisajes. Se podria decir que esa es una pequeña operacion permitida obviamente por la magia del photoshop. Pero quizás un juicio así no haría justicia ni al coraje con la que Ballester ha roto consigo mismo ni a su atrevimiento a pintar en el mismo cuadro donde pintaron los maestros.

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