viernes, 31 de octubre de 2008

Asedios a la arquitectura.

Las colecciones de arte privado madrileñas son todavía opacas. Con la excepción de las grandes colecciones de los bancos y de las cajas de ahorro - que mas que privadas son públicas o por lo menos institucionales - sólo conozco en Madrid el caso de las de Helga de Alvear y de Pilar Citoler, que han optado decididamente el camino de exhibirse sin inhibiciones ni tapujos. Helga ya lo ha hecho un par de veces en el extranjero y lo hará en un futuro próximo y de manera permanente en una sede permanente en Cáceres, Extramadura. Pilar lo hizo hace poco en las salas de la calle Alcalá 31 de la Comunidad de Madrid. Pero aun asi, estas colecciones se apartan de la radicalidad de las colecciones americanas - desde la Mendivil hasta la Reubel o la de Antonio Cruz - que se han hecho cargo ellas mismas del aparato y de los gastos de enseñar al público lo que tienen. Por eso tiene una importancia adicional el gesto de José, el coleccionista de arte madrileño que ha decidido abrir un espacio propio en la calle de San Eugenio, en Antón Martín. Y no sólo para mostrar pura y simplemente su colección sino para realiza proyectos expositivos que reúnen obras tanto propias como de artistas que encajen en el argumento de esos proyectos.
Es lo que pasa ahora mismo con ´A propósito del espacio´(25.10.08) una exposición curada por el artista brasileño Marlon Azambuja, que reune piezas de 9 artistas - la mayoria latinoamericanos - interesados en la cuestion del espacio. Cuestión dificil, excesiva, inabarcable, motivo recurrente de todo tipo de especulaciones y fantasías, que los filósofos de guardia intentan reconducir a un terreno medianamente legible. El ciclo económico que ahora se cierra de manera tan catastrófica fue el ciclo del ladrillo en muchas partes del mundo y la cresta de esa tsunami nunca antes visto estuvo orlada por la espuma de las grandes estrellas mediáticas de la arquitectura, de Frank Gehry y Rem Koolhaas hasta Herzog et De Meuron, y los artistas no pudieron, no han podido sustraerse al encandilamiento de esas burbujas saltarinas y espejeantes. Los de esta exposición sin embargo, son sobrios y reflexivos, como si estimaran que la seducción de los cantos de sirena de la arquitectura espectacular y mediática - valga la redundancia - debiesen ser contrastados, reducidos, aterrizados de alguna manera. Subrayo las fotos de grafitis callejeros de Carlos Garaicoa, con tantos antecedentes ilustres en el mundo del arte y que sin embargo funcionan como una llamada de atención: la calle todavia existe y es de todos, incluso de los impenitentes grafiteros. Me gustó también el cuadro modestísimo pintado por Sandra Gamarra, un trompe l´oeil que, confundiéndose con la arquitectura de la sala de exposicion, podía funcionar como otro toque de atencion: la arquitectura es una cosa y la ilusión otro. Lección que hasta ayer tarde no estabamos dispuestos para nada a escuchar porque estabamos ilusionados hasta la médula. Hoy, para bien o para mal, ya no lo estamos.
Cierro con la pieza de Marlon Azambuja, una escultura de varillas de metal que replica la forma y el volumen del museo de arte contemporáneo situado en Niteroy, en la bahía de Rio de Janeiro, y proyectado por Oscar Niemeyer. Réplica perversa: viéndola se descubre o se redescubre que ese museo es un platillo volador. Un OVNI.

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