jueves, 27 de noviembre de 2008

Con Santiago Sierra.

El lunes( 24.11.08) me encontré con Santiago Sierra en Vigo, casi un año después de nuestro último encuentro en Londres, cuando su más reciente exposición en Lisson Gallery. Ha perdido un poco más pelo de la cabeza, las puntas de los bigotes se le están cubriendo de canas pero sigue igual de sólido y saludable que siempre. E igual de timido: su fuerte no es la llamada vida social y menos el net working que hoy parece la componente imprescindible de cualquier actividad profesional y más si es la de un free lance que intanta ganarse el pan en el supercompetitivo mundo del arte internacional. Iñaki - el director del Museo de Arte Contemporaneo de Vigo - nos invitó a cenar a un restaurante cercano al hotel donde estábamos alojados y el revuelto de setas y algas, los calamares fritos y la brocheta de rape resultaron tan buenas como buena era la noche en ese puerto gallego, cuyo frio no era nada comparado con la ventisca helada que a esas mismas horas azotaba con furia las calles de Madrid. Regresamos juntos al hotel y nos vimos al día siguiente en la mañana en el Marco, al término de mi visita a las dos exposiciones abiertas en ese museo: la primera curada por Gerardo Mosquera y la segunda por Chus Martinez. Fuimos a tomar un par de cañas y Santiago me contó que Mariana, su mujer, estaba de visita en México, junto con Lucia, la hija de ambos, de sólo siete meses de edad. Me contó tambien que este año agonizante habia sido para él una suerte de año sabático, sin apenas actividad, pero que para el próximo tenia la agenda cargada de compromisos. Incluso tiene previsto pasar un temporada en una isla de Kenia, sobre el Oceáno Indico. Tambien me contó que está pensado en mudarse de Lucca - donde vive hace casi dos años - y regresar a España, quizás a Mallorca. Luego regresamos al museo, en busca de Iñaki y de Marta, con quienes nos fuimos a comer. Yo le habia pedido antes autorización para asistir a la sesión de esa tarde del taller que estaba impartiendo en el propio museo pero me la habia negado, argumentando que desde el dia anterior estaba hablando de la trayectoria de su obra y que a mi me tendría que hablar sobre ese tema de otra manera. Lo comprendí. Al final y al cabo los años de nuestra amistad coinciden con los del inicio de su carrera artística, al comienzo de los 90 del siglo pasado, cuando expuso por la primera vez en la galería Ángel Romero de Madrid, junto con Manuel Ludueñas y Almut Linde y yo escribi sobre ella en la revista Lápiz. Al final de comida cambió sin embargo de opinión: quería que fuese, no a escucharlo, sino a que le contara a sus estudiantes la teoria sobre la relación de los artistas con el mercado que había expuesto de manera informal mientras comíamos. Así pude visitar su taller y exponerles a una decena larga de talleristas, todos artistas, lo que pienso sobre ese asunto. Y que ahora resumo.
Para mi la premisa de cualquier exámen de esa relación es que la realidad es el mercado, en el cual todos estamos inmersos hasta la coronilla y que nos hace y nos deshace a su antojo, gobernado, tal y como anticipó Adam Smith, por ¨una mano invisible ¨que puede ser tan despiadada como benigna. Y que ante ese hecho incontrovertible, los artistas tienen por lo menos tres opciones. La primera: la de rechazar el mercado, apartarse del ¨ mundanal ruido ¨ y refugiarse en el equivalente de un monasterio o de una ermita, en cuyo aislamiento poder perfecionar el espiritu estableciendo una relación sublime del arte. Ese ermitaño puede, si quiere, actuar como el predicador irritado que profiere vehemementes condenas a la corrupcion del mundo del arte y alerta a la feligresía sobre la misma. La otra opción es la del surfer, que sabiendo que el mercado es siempre un mar encrespado que puede destruirlo a voluntad, se dedica a hacer surfing sobre sus mas altas olas. Y está finalmente el modelo de quién acepta sin la más mínima objección al mercado, se familiariza con sus leyes y sus métodos y las utiliza a fondo en su propio beneficio, hasta el punto de convertirse en un logo, en una marca, que por serlo, puede hacer lo que le da la gana. El mejor ejemplo de este modelo lo representa Damian Hirst, pero, obviamente, no es el único.
Despues de mi perorata, hubo una discusión y luego todos salimos al patio. La mayoría para fumarse un cigarrillo y yo para tomar el taxi que me llevó al aeropuerto y al encuentro del avión que me trajo de regreso a Madrid.

1 comentario:

  1. Si me permite, Sr. Jimenez este cambio en el blog me gusta mucho.Su forma de contar sus paseos con estos artistas me hacen compartir sus experiencias. Gracias

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