miércoles, 4 de febrero de 2009

Eulalia Valldosera en Madrid.

Eulalia Valldosera inauguró ayer ( 03.02.09) en el Museo Reina de Sofia una exposicion que aunque no es un propiamente una retrospectiva si que trae a cuento sus temas recurrentes: su propio cuerpo, los ámbitos domésticos y las cosas, esas pequeñas cosas domésticas que no ´se las lleva el viento ´ como queria el poeta sino pura y simplemente el camión de la basura. Y a las que ella reivindica obstinadamente, esforzandose por descubrirles el alma o por lo menos insuflarsela. Cuando Hegel escribió que le concedemos personalidad a las cosas cuando nos hacemos propietarios de ellas, es muy improbable que estuviera pensando en cosas tan triviales como las cajas de los jabones en polvo o las coloridas botellas de plástico de los detergentes, limpiadores y quita manchas que saturan las góndolas de los supermercados y los spots publicitarios de la tele en los horarios propios de las amas de casa. Y que son los preferidos de Valldosera. De hecho la mitad por lo menos de las obras incluidas en esta muestra giran en torno a esos articulos de limpieza que en una de las instalaciones - que guarda mucha semejanza con otra de Eugenia Balcells - agigantan su sombra tanto como agigantaba la suya Orson Welles en alguna de las secuencias nocturnas en el ´ El tercer hombre ´, la película de Carol Reed. Cierto, la entronizacion de los productos industriales mas comunes y corrientes es la marca registrada de Andy Warhol, pero si Eulalia Valldosera no es una simple version del rey del Pop art es precisamente por esa insistencia suya en que las cosas se animen e inclusive nos cuenten sus secretos. O nos los guarden, como propone que hagamos con una botella de detergente liquido a la que podemos contarle algún mal recuerdo del que queremos olvidarnos. Warhol, en cambio, tenía esa frialdad paranoica que para Mario Perniola es el stimmung caracteristico de Nueva York, capital financiera del mundo. O sea de la abstraccion definitiva de los flujos de capital a escala planetaria.
A mi, por lo demás, me quedan dos recuerdos de esta exposición. El primero es estrictamente mio y es el reencuentro con las piezas de la serie ´ El ombligo del mundo ¨ que corresponde a aquella etapa de la vida de Eulalia en la que dejó de pintar al mismo tiempo que dejaba de fumar. Con las colillas acumuladas en su piso hizo un dibujo de su propio cuerpo sobre el suelo de su estudio, que era al mismo tiempo una rendición de cuentas y una promesa. Y, ademas, una advertencia inequivoca de que el propio cuerpo de la artista se había vuelto problematico, incierto, inasible. La persecusión del propio cuerpo asi revocado es el objetivo de otras dos piezas de Eulalia: ´Vendajes ´y ´Loop´. En ambos la cámara de vídeo y los haces de luz se empeñan en captar y fijar en una imágen definitiva el cuerpo de la artista que, sin embargo, se les escapa irremediablemente.
El otro recuerdo es de ella y lo contó en la rueda de prensa previa a la apertura de la exposicion: su madalena proustiana, el recuerdo que vuelve una y otra vez a su memoria fue el de la primera vez que vió un supermercado. Fue en Holanda, cuanda ya era adulta y ahora le rinde homenaje con ´ Dependencias ´, la instalación que le da el título a toda la muestra y que consiste en la reconstruccion de una escena de supermercado. Cada espectador empuja sobre sus rieles a un carrito de supermercado y el movimiento del mismo va desplazando las imágenes cambiantes y heterogeneas que el proyector de video que porta proyecta en las paredes de la sala. Esta pieza sin embargo me decepcionó porque yo soy de los ni se acuerdan de la primera vez que entraron a un supermercado. O no se acuerdan o no quieren acordarse.

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