jueves, 13 de agosto de 2009

Jim Jarmusch y las torres blancas.

Primero le tocó el turno a Barcelona, tardío objeto del deseo de Woody Allen, quien rodó una película en sus calles que resultó tan poco interesante como el resto de las que desde años atrás vienen marcando la decadencia de su filmografia. Y ahora el turno es de Madrid, elegida por el director Jim Jarmusch para rodar una nueva pelicula, sobre cuyo contenido la prensa madrileña ofreció unos cuantos indicios hace un par de dias. Pero la información mas jugosa, no tanto sobre la pelicula como sobre la fascinacion de Jarmusch por ciertos lugares emblematicos de esta ciudad, la ofrece la columna de Benjamin Prado titulada ¨ Volver atrás en busca del futuro ¨ y publicada en la edicion del 13.08.09 del diario El País. Según Prado, Jarmusch ha quedado fascinado por las Torres blancas, ese edificio diseñado en los años 70 por Francisco Saénz de Oiza, que situado sobre la avenida América funcionó como portal de Madrid para todos los viajeros que llegaban al aeropuerto de Barajas. Veías las torres, cruzabas el puente sobre la que todavia era la M-30 y sabías que habías llegado a la capital de España. Y mas si tenías, como es mi caso, formacion de arquitecto y ya habias visto esas torres en las portadas de las principales revistas internacionales de arquitectura que en los años de su construcción celebraban en esa obra la irrupcion del movimiento moderno en un país donde la mayoría de los arquitectos todavía estaban empeñados en el delirio o el espejismo de una arquitectura a la vez española e imperial. La extraordinaria expansión urbana de Madrid hacia el Oeste le ha quitado a las torres la función de señalar el umbral de la ciudad y ha puesto al descubierto que a la torre construida le falta irremediablemente su gemela - planeada igualmente por Saénz de Oiza - y que tampoco es blanca, porque por falta de presupuesto los inversionistas de la epoca no la recubrieron de polvo de marmol blanco, como quería igualmente el arquitecto. Pero aún así, conservan la suficiente magia como para encantar a Jarmusch, para situar en las mismas la casa del personaje principal y para moverlo a incluir de en su película el cuadro que Antonio López pintó desde su azotea, mirando los techos y las fachadas de los edificios que bordean, en dirección al paseo de la Castellana, la calle de Maria de Molina. Ya veremos qué resulta de estas pulsiones del director neoyorquino.

1 comentario:

  1. Espero que obvie el hotel Silken Puerta America que ahora afea la entrada a Madrid

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