lunes, 17 de septiembre de 2012

El Iceberg. Arte joven en Madrid.

El titulo de esta exposición contradice su contenido porque poco o nada de gélida tiene la actitud de los 17 artistas reunidos por la misma. Cierto, sus dos curadores argumentan que igual de difícil es mapear un iceberg la escena del arte joven de Madrid, en la que cada artista va a su aire tras de sus propios deseos u obsesiones.  Y nos les falta razón, porque cada una de las obras y proyectos que se exponen ahora en Matadero (14.09.12) pertenece a una galaxia o al menos a un sistema planetario muy distinto de aquellos en los que orbitan o desorbitan los restantes. Julio Adán, por ejemplo, expone Ripio#, una instalación en la que la oscilación regular de un péndulo causa un destello enceguecedor. ¿El caos interpolado con fuerza de necesidad en el orden? ¿O la catástrofe como consecuencia inevitable de la normalidad? Cualquiera que sea la respuesta, si es que tiene alguna, poco o nada tiene que ver con la decisión de Cristina Llanos de robar literalmente uno de los clásicos bancos de tablones de madera y flejes de metal, que fueron durante muchos años característicos de los parques y las plazas de Madrid, antes que fueran convertidas plataformas expuestas despiadadamente a la intemperie. ¿Asistimos a un ejercicio de nostalgia? O, por el contario, a una denuncia de cómo la modernidad de la que se ufanan los gobernantes de Madrid condena a la obsolescencia no solo a esos bancos entrañables sino a los jubilados que los usaban para pasar el rato tomando el sol? Françoise Vannereaud ha elegido otra vía, la de  la recopilación de los relatos de su barrio, que ella ha ilustrado y dispuesto en un artilugio de planos que se superponen y confunden como las historias de vida en los barrios. O al menos esta es la interpretación que me sugiere el título: Cartografía turbia. La ambición de Almudena Lobera es otra: ella quiere interrogar la mirada y sus anomalías y para hacerlo ha construido un gran cubo en 3 de cuyas caras pueden verse en loop una secuencia de tres películas clásicas: El bebé de Rosemary, Pulp Fiction y Belle de Jour, que tienen en común el protagonismo de un objeto cuyo contenido se oculta tercamente al espectador. ¿Vemos lo que no vemos? ¿O no vemos lo que vemos?
Nacho Martín Silva pinta igual que Alfredo Rodríguez y Luis Vasallo pero ¡qué distinto resulta lo que hacen¡. Nacho junta en una instalación un cuadro colgado en la pared donde  vemos sobre un imponente sofá un retrato de familia, con una réplica de ese misma escena pintada sobre una tabla rota a martillazos y tirada en el suelo. Nada volverá a ser como antes, sentencia el titulo. Luis expone unos cuadros de un surrealismo sin la gravedad del sexo y Alfredocompone un artefacto anómalo que detrás de una enorme telón rojo oculta una evocación de la  ¨ cosa freudiana¨, que en realidad es lacaniana, y que encima titula Control. Los dibujos de Theo Firmo en cambio son sublimes, puro espíritu de la finura para decirlo con Pascal.
Hay mas obras y más artistas que, como ya dije, suman 17, pero solo a un par de ellos podría atribuírseles esa frialdad de témpano anunciada en el título de esta cala en la escena artística de la ciudad. Lo que siento en el resto es una movilización de afectos, fantasías y deseos cálida, muy cálida.  

Situacion posthumana.

El tema está allí, en penumbra, y  cuando reaparece lo hace siempre intempestivamente. Como lo ha hecho ahora, en un artículo que David Verdú publicó en El País (16.09.12)  y que está dedicado a lo que él llama El fin de cultura de los objetos: la desaparición en el ciberespacio de los discos, los libros o muchos otros de los objetos que antes podíamos leer, escuchar, guardar o regalar y que ahora no son mas que ¨contenidos ¨disponibles en la Red en los albores de ese capitalismo del acceso pronosticado por Jeremy Riffkins. Sólo que para dar cuenta del desasosiego que causa en tanta gente la evaporación en una nube virtual de sus objetos queridos, Verdú entrevista a Eloy Fernández-Porta, autor de Afterpop y  Ero$, quien lo asocia al  hecho de ¨que seguimos pensando en términos humanos un mundo que ya no lo es¨. Situación de la que ya han tomado nota el arte y el pensamiento en sus variantes más proféticas, que llevan tiempo reflexionando sobre la naturaleza y las figuras de un mundo posthumano. Donna Hathaway y su cyborg es una cita obligada en este campo. Y ahora mismo recuerdo que Jeffrey Deitch realizó en 1992 una exposición en Lausana y en el Castello di Rivoli, titulada precisamente Post Human, aunque su contenido desgraciadamente no le hizo justicia al titulo. Con apenas excepciones, ninguna de las obras elegidas exploraba seriamente el problema de construir la imagen de una situacion posthumana. De una imagen  capaz de apropiarse y de interpretar una enigmática intuición de Alexander Kojeve, citada por Giorgio Agamben en una entrevista reciente. Según Agamben Kojeve afirmó ¨ que el Homo Sapiens había llegado al final de su historia teniendo dos posiciones: el acceso a una animalidad post-histórica (encarnada en el modo de vida americano) o  el esnobismo encarnado por los japoneses, que continúan celebrando su ceremonia del té, vacía, sin embargo de importancia histórica¨. ¿Acaso la figura de lo posthumano es la de una ¨animalidad post-histórica¨ ?