jueves, 21 de diciembre de 2017

De Chirico y el pastiche.

La exposición El mundo de Giorgio de Chirico en la Caixa de Madrid no le ha gustado a varios de los criticos de arte que mas quiero y respeto. Y lo comprendo. En esta exposicion faltan evidentemente los extraordinarios cuadros metafisicos que, gracias sobre todo a los surrealistas, le dieron a De Chirico su impresionante fama. Que no tardó sin embargo demasiado en convertirse en una condena, en una prision. Como lo documenta exhaustivamente esta exposición que nos muestra a un pintor que tuvo la desgracia de sobrevivirse a sí mismo. De ser dejado de lado por la main stream del arte internacional hasta el punto de verse obligado no solo a copiarse a si mismo sino a falsificar la fecha de sus cuadros, para hacer coindicir la fecha de los pintados mucho después con la de los años en los que disfrutaba la plenitud de su arte y de su gloria. Cuadros ciertamente metafísicos pero carentes la intensidad y el despiadado rigor de los que recibieron ese calificativo en una época en la que la cultura alemana puso en circulación con éxito la tesis de la soberania del inconsciente, junto con temas como la alienación, el extrañamiento y la reificación. Que parecian los mas apropiados para captar la trágica situacion del individuo inerme en una Europa que habia incubado y librado la Gran Guerra y que habia sobrevivido a esa infame carniceria. El stimmung, el sentimiento ingobernable de que el mundo se habia hecho radicalmente extraño, ajeno, incomprensible encontraron en la pintura de De Chirico una expresion mas apropiada, menos patetica, que la ofrecida por el estridente expresionismo. Pero todo esto falta en la exposicion de la Caixa, en la que lo quedomina es el pastiche. Y por partida doble. De Chirico se copia a si mismo y también copia la gran pintura del barroco y sus temas clasicos de una manera que la degrada de manera inaudita. El pintor que habia declarado que la crisis de la pintura moderna era la crisis del oficio terminó demostrando una lamentable falta de oficio. Le queda quizás el logro involuntario de poner en evidencia que los proyectos imperiales de Benito Mussolini y Adolf Hitler, que tanto sedujeron, no eran mas que delirios, escenografias de carton piedra.

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