lunes, 29 de enero de 2018

Representar en la era digital.



Daniel Canogar y Nerea Calvillo vienen de poner en escena en Madrid  la cuestión de la representación en  la era digital. Calvillo con el diseño de un programa que permite visualizar la forma y los contenidos de la contaminación del aire en Madrid. La  “boina” entre marrón y cobriza suspendida  sobre la ciudad cuando nos acercamos a ella nos revela su inasible topografía. El emplazamiento de  las cimas y las simas, de las mesetas, las vaguadas y los acantilados que hacen y deshacen  los gases contaminantes  a un ritmo que paradójicamente resulta telúrico. En el extenso reportaje que le dedicó la revista Retina - Febrero 2018 - , ella puso el énfasis en la utilidad de ese modelo de representación visual para arquitectos, urbanistas, ecologistas  y responsables políticos y a la misma ciudadanía que podrá hacerse con una imagen clara y distinta de una realidad que suele escapársele cuando es representada por meros índices estadísticos.  La dimensión estética de esta visualización queda sin embargo obliterada por los usos para los que está dispuesta. Y que está inevitablemente afectada por el carácter maligno de la contaminación, una implacable amenaza para nuestra salud. Como ocurre con los modelos, los gráficos y los videos utilizados por Ely Waisman y el equipo de Forensic Architecture, para reconstruir la autoría de acontecimientos tan letales como los bombardeos aéreos o los ataques con misiles. Su presumible belleza es fatal.


Daniel Canogar también recurre a la representación visual de accidentes y catástrofes: incendios, erupciones volcánicas, la misma contaminación atmosférica que ocupa y preocupa a Nerea Calvillo. Sólo que la manera como resuelve la visualización de los mismos los sustrae al ámbito de los usos y los desplaza al de la contemplación. Por ejemplo: el programa que registra en tiempo real el comportamiento de 173 volcanes activos en el planeta se resuelve visualmente en un pantalla curva de colores cambiantes, cuya deslumbrante belleza deja en su sitio a esas patéticas animaciones de los cuadros de Van Gogh que ahora circulan en la red. Y digo “belleza” porque encuentro difícil calificar de sublime la experiencia que ofrece  este cuadro digital de la actividad de los volcanes porque no comporta ni de lejos el riesgo que supone contemplar en vivo y directo una erupción volcánica. Para Edmund Burke paradigma de experiencia sublime por los peligros que siempre entraña. Tampoco eludir el calificativo de bello para este cuadro porque en realidad no ofrece ninguna información útil sobre la actividad volcánica planetaria ni siquiera para los simples turistas y menos aún para geólogos o vulcanólogos. No ofrece nada más que una experiencia estética que vale por sí misma y no tanto o ni siquiera porque remita a los volcanes.
Una experiencia que sin embargo ya no es la mística del espectador moderno absorto en la contemplación excluyente de un cuadro sino la del internauta que circulaba  por el laberinto fosforecente de Fluctuaciones – su reciente exposición en Alcalá 21- persiguiendo con su cámara el flujo ininterrumpido de imágenes ofrecidas por todas las obras incluidas esta extraordinaria muestra del arte de Canogar.    

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