miércoles, 14 de febrero de 2018

Eva Lootz y Margarita Salas: interpretes del mundo.






 “Hablemos de cosas emocionantes”. Con esta invitación Eva Lootz inició el  dialogo con  Margarita Salas  promovido por el  proyecto Binomio del Cnio. Diálogo entre en el arte y la ciencia  que en esta primera vez ha involucrado  a dos mujeres tan experimentadas como sobresalientes, llegadas a este encuentro desde  mundos distintos que además no suelen interactuar o siquiera cruzarse. Margarita viene de la biología molecular - que le debe un par de descubrimientos decisivos para la comprender cabalmente el funcionamiento del código genético - y con una biografía que se confunde con una trayectoria profesional que la llevó a doctorarse en Química en la Universidad Complutense de Madrid y trasladarse en 1964 al laboratorio de Severo Ochoa en Nueva York,  donde se enfrentó al desafío de explicar cómo “la información contenida en el ADN se traduce en proteínas”. Lo logró experimentando con el virus de Colli – “un virus mal afamado”, según ella. Eva Lootz pertenece en cambio al mundo del arte, en el que se adentró con decisión desde 1968, el año de su desembarco en España viniendo de su Austria natal. Sus obras de entonces, suspendidas entre la escultura y la instalación, exploraron intensamente las posibilidades simbólicas y expresivas de los más diversos materiales: arena, carbón, fieltro, parafina, mercurio…En cambio las que viene haciendo desde hace ya un buen tiempo son fruto de su creciente interés por la ecología y los problemas medio ambientales. Memorables sus obras  sobre la cuenca hidrográfica del Guadalquivir y sobre las minas de Río Tinto: auténticos palimpsestos  de la historia de España y no solo de su  geografía o su minería. Obras evidentemente muy distantes y distintas de las investigaciones  Margarita Salas en la misma medida en la que la ecología es claramente distinta de la biología molecular por mucho que el código genético sea algo así como la matriz universal de toda forma de vida. Y las proteínas el elemento común a todas ellas.

Las diferencias no impiden sin embargo el diálogo. Al contrario: lo demandan y lo hacen posible. Como lo demostró Eva Lootz en  ese extraordinario homenaje a Olivier Messiaen que fue su instalación La lengua de los pájaros realizada en el Palacio de Cristal de Madrid en 2002, en la que dos músicos replicaban los trinos de los pájaros, tanto los pregrabados como los emitidos directamente por los pájaros que suelen colarse en un espacio que consideran suyo. Cierto: la diferencia entre la música y el trino nos resulta menos intensa, menos audible si se quiere, que la que separa el arte de la ciencia, porque a nuestro ojo le resultan prácticamente invisibles las entidades con las que normalmente lidian ciencias como la biología o la física: las moléculas o los átomos. En cambio no nos resultan para nada invisibles las obras de arte y es quizá por esta razón por la que el dialogo entre Eva y Margarita resulta desequilibrado. En el curso del mismo más que escuchar a Margarita escuchamos lo que Eva dice de sí y de Margarita. Y no porque esta última se calle- que no lo hizo ciertamente  durante los encuentros que tuvieron en noviembre del año pasado en el taller de Eva y en el laboratorio de Margarita. No. Lo que quiero decir es que los dos documentos, los dos testigos de ese dialogo - la serie de 59 + 1 dibujo y el vídeo Gestos al margen - son obra directa de la acción de Eva sobre el  papel o están dominados por su voz y su pensamiento. Porque es ella quien intenta fundamentar la posibilidad de un dialogo entre el arte y la ciencia afirmando que ambas “establecen relaciones abiertas, en  mundos en constante renovación, en donde los significados no son fijos sino flotantes”. La que define a Margarita Salas como a una “mujer menuda y discreta, que nunca hace afirmaciones sobre temas sobre los que no tiene certezas, pero tan decidida, valiente y auténtica que logró imponerse a aquel  patriarca del saber de antaño que le negaba la capacidad de investigar por ser mujer”. Y la que al comienzo del diálogo invita a Margarita a hablar de cosas “emocionantes”, evocando a Santiago Ramón y Cajal, quién hablaba de la “emoción del descubrimiento”. Una emoción homologable a la que siente el artista cuando resuelve una obra de la que solo tenía una idea o una intuición.   

La asimetría entre la expresividad  de Eva y el laconismo de Margarita remite a los estatutos distintos del arte de una y de la ciencia de la otra. Si el ADN, en cuanto silencio código que permite descifrar los secretos de la vida, evoca la tesis cabalística del mundo como un texto que debe ser descifrado, el arte de Eva Lootz reafirma el  destino del artista: intérprete o muñeco ventrílocuo del mundo.


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1.   

      Binomio   es un programa del CNIO- Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas- dedicado a promover el diálogo entre el arte y la ciencia. En su primera edición - cuyos resultados fueron presentadas al público el 7 de febrero, en la sede del CNIO en Madrid- reunió a la bióloga Margarita Salas y la artista Eva Lootz. La idea del programa fue de Amparo Garrido - directora artística del CNIO - acogida y apoyada con entusiasmo por María Blasco - directora del CNIO. Y la comisaria de la primera edición ha sido Mireia Puigventós. Los dibujos de Eva Lootz se expondrán en ARCO 2018 y después se subastaran en beneficio de las investigaciones sobre el cáncer. El vídeo Gestos al margen ha sido realizado Julia Sieiro, la dirección de fotografía de María Gesposo y la edición de Yamila Fernández Colman.           
   




                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                          

lunes, 5 de febrero de 2018

Vemos mas de lo que vemos





Cabe considerar la reciente exposición de Rubén Guerrero en el CAC de Málaga  como el corolario más apropiado de la curada por César Paternosto en el Museo Thyssen de Madrid por esas mismas fechas. Si  bajo el título de Hacia la pintura como objeto el maestro  argentino intentó reconstruir el itinerario recorrido por la pintura para convertirse en objeto, podría decirse que la pintura de Guerrero es la que ha venido después de esa conversión. Él antes que pintar en el sentido clásico se esfuerza  en construir un objeto: acumula capas y capas de pintura, desgarra el lienzo o lo perfora, enseña el bastidor, incorpora el marco… Recupera las mejores lecciones del Madi y de surpport surface con una gracia que me atrevería a calificar de andaluza y con un ímpetu que evoca al ímpetu  de Julian Schnabel. Pero el cumplimiento por su parte del programa de hacer del cuadro un objeto visual que vale por sí mismo y no por ser una ventana imaginaria no exonera a los resultados  de dicho cumplimiento del trompe l´oeil. A ese ver más de lo que vemos, que es propio del deseo, y que  no es un ver lo que no está en el cuadro sino un ver demás en el mismo. Ver el exceso de pintura en la pintura misma y no en la representación  que puede hacer de lo que está afuera de ella. La comparación con los cuadros que Paternosto expuso tanto en el  museo Thyssen como en la exposición que simultáneamente realizó en la galería Guillermo de Osma permite captar mejor la singularidad del trampantojo que asedia a la pintura de Guerrero o está explícitamente incorporado a ella. Los cuadros de Paternosto son igualmente objetos puramente visuales aunque lo son a la estricta manera de Mondrian, tanto por el inequívoco sometimiento de su estructura a la retícula cartesiana como por la univocidad tautológica de los planos y las líneas o franjas pintadas en los mismos. Un rojo es un rojo, un blanco es un blanco y un negro es un negro. Pero la tautología de los cuadros de Paternosto da un paso adelante con respecto  a los de Mondrian y se convierten en objetos en el sentido físico o material del término: carecen de marco, tienen evidentemente volumen y la pintura de sus gruesos cantos es  parte del cuadro que ya no es solamente un cuadro porque también es una escultura. En stricto sensu: un objeto tridimensional pintado. Solo que su objetividad está subvertida por la misma pintura que lo confirma como objeto visual. En su pintura hay líneas que de tan anchas parecen franjas y que como líneas sin embargo nunca llegan a donde tendrían que llegar por que cortan o interrumpen bruscamente su previsible recorrido, incapaces de alcanzar a las otras o de cruzarse con ellas para completar la retícula cartesiana la que virtualmente pertenecen. Estos actos fallidos por así decirlo desquician sin remedio la forma del volumen que les sirve de soporte, aunque nunca  lo hagan con la violencia ni sobre todo con la cruda materialidad con la que lo hacen las obras de Guerrero. Su desquiciamiento no es físico sino visual y le restituye al objeto la dimensión imaginaria que desde illo tempore es propia de la pintura. Vemos más de lo que vemos, inclusive en pinturas que solo pretenden ser objetos.